Echo mucho de menos ir de compras. Aquí lo hemos intentado un par de veces, pero os aseguro que no es nada fácil. A pesar de que la Chewi y yo ya le hemos cogido el truquillo a la calle
25 de Março para comprar disfraces y cosas para la casa… el otro día nos fue imposible encontrar un vestido blanco para una fiesta que teníamos. Es-imposible.
Yo no le hago ascos a nada y siempre que voy “a dar una vuelta por las tiendas” en España me voy para casa con bolsas y la sensación de que no he comprado más porque mi monedero no me lo permitía. Es decir, no soy nada exigente. Pero aquí la ropa es muy cara, y no es bonita. A ver, a mí no me lo parece... no estoy diciendo que sea ni mejor ni peor (que después dice Silvio que sólo critico), pero lo que está claro es que es diferente. Como no sé explicaros cómo es, ayer dando un paseo le saqué fotos a un par de maniquíes. De verdad, no he escogido los más feos, sino que simplemente saqué la cámara en la Avenida Paulista un par de veces para que veáis algunos ejemplos, y aquí están:
No hay palabras, podéis valorar vosotros. Es como que la ropa no tiene la forma que debería de tener para sentar bien. Si pensáis que los complementos o los zapatos pueden ser bonitos, os enseño también esto:
Particularmente, los zapatos me dañan la vista. Las chicas van con tacones feos, incómodos y caros… y sino con zapatillas de muelles.
Les gustan mucho los muelles. Serán cómodas, pero no sé, a mí no me convencen.
No quiero parecer maleducada, pero lo de la ropa es lo que peor llevo aquí. Eso sí, ya tengo la vista acostumbrada, y de vez en cuando Celia y yo nos aventuramos y entramos en nuestra amiga Marisa (que es como el Bershka de aquí) para ver qué nos puede ofrecer. Siempre salimos con las manos vacías, pero lo gracioso es que ya decimos: “Bueno… esta camiseta de cordones si la pones con un pantalón vaquero…” jajaja!
La coña es que después cuando vamos a las fiestas ves a las niñas monísimas. Para ir a clase no, pero en las fiestas llevan vestidos bonitos. Entonces, llega la pregunta: “Dónde lo has comprado?” Y te sueltan orgullosas: “En Zara”. Claro que ellas no saben que para pagarme un vestido de Zara aquí tengo que dejar de comer durante todo el mes.
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